Etiquetas

miércoles, 7 de febrero de 2018

Cervantes y la conspiración de los molinos de viento.



¡Hola a todos!

Hace poco llegó a mis manos un libro estupendo, aunque algo difícil de leer, un hermoso ejemplar de "Obras selectas" de Miguel de Cervantes. Un bonito regalo que no hace mucho me hizo mi abuela.


Por supueso, no tardé ni una semana en deborarlo, y en parte logró inspirarme. Este relato que os presento a continuación no ha resultado llegar a ser unos de los que tanto me gusta escribir, pero me pareció perfecto para hacer un pequeño homenaje a los días en que este genio "dió a luz" a su gran obra , además de ir acompañado de alguna que otra curiosidad de esas que tanto me gustan.
¡Que lo disfrutéis!
 



CERVANTES Y LA CONSPIRACIÓN DE LOS MOLINOS DE VIENTO.



“A esta dulce sazón yo, triste estaba con una mano a la espada asida, y sangre de la otra derramada; el pecho mio de profunda herida sentía llegado, y la siniestra mano estaba por mil partes ya rompida”.

Extracto de una de las cartas de Miguel de Cervantes a Mateo Vazquez.



Cárcel Real de Sevilla, 3 de Mayo de 1.598.



Ya hacía más de dos semanas desde que me enclaustraran en aquella celda, estrecha y fría. A través de su único ventanuco, abierto en la piedra virgen y blanca, se colaba la humedad, el frío, el calor, las voces del exterior, el trino de los pájaros y de las golondrinas que tan alegremente adornaban la época pre estival.  Todos aquellos sonidos y sensaciones eran recibidos por mí dependiendo de mi estado de ánimo, excepto por las noches, en las que la intensa humedad producía un agudo e intenso dolor en mi maltrecha siniestra inútil, tan delicada desde que el plomo la hiciera pedazos, por lo demás, todo era bienvenido… Realmente no estaba mal para un presunto ladrón, ya que como tal me acusaban al haber errado en unas cuentas que solía llevar, sumando a mis bolsillos unas buenas cantidades de dinero público sin que nadie supiera.

No era la primera prisión en la que me encontraba, y digamos que, a aquellas alturas de mi vida había cambiado tanto mi forma de pensar que lo vi como una oportunidad de seguir creando, y así poder presentar al mundo a un magnífico compañero imaginario que llevaba ya varios años acompañándome, Alonso Quijano. Este personaje haría realidad el sueño que tuve desde niño, leer y escribir hasta que ya no pudiera más. En mis sueños, él era un niño al que le asustaban los molinos de viento, sí, esos gigantones que pueden verse reposando en gran parte de nuestro territorio nacional, y a veces me gritaba… Me gritaba asustado, diciendo que los molinos lo perseguían, estirando hacia él sus grandes aspas como manos para atraparlo. Mi mente de niño volaba entonces, no lograba sacar de mi cabeza a "mi" amigo Alonso. ¿Qué era lo que tanto temía? Los molinos estan hechos de piedra,no tienen vida, ¿estaba loco? ¿Sería quizá víctima de alguna clase de conspiración? Aquello nunca lo supe…

De pequeño, no había cosa que más me gustara que irme a la cama acompañado de un buen libro, y al verme, mi padre siempre me había dicho las mismas palabras de advertencia, seguramente debido a que él nunca supo leer ni pudo apreciar lo valiosos que eran los manuscritos:

—¡Te vas a volver loco de tanto leer! ¡Cómo sigas llevándote libros a la cama se te secará el cerebro y ya no podrás distinguir más lo que es de verdad y lo que es de mentira!

Al principio sus palabras me atemorizaron, pero ahora me río al recordar las noches que me quedé dormido mirando al libro que descansaba sobre la mesilla de mi habitación, deseando poder cogerlo y perderme entre sus páginas hasta caer de sueño pero, por otra parte, realmente temía que se me secara el cerebro como mi padre decía.

Gracias a mi dulce Catalina no tardé en tener un buen puñado de hojas de papel y una decente cantidad de tinta como para sacar de mi cabeza a Alonso Quijano. Aunque algunas de aquellas hojas también cumplieron otro papel importante en mis días de encierro, ya que yo no hablaba directamente, sino que siempre lo hacía leyendo las hojas de papel que siempre portaba y las cuales ensuciaba y emborronaba con todo aquello que deseaba comunicar en cualquier momento, en cualquier lugar… ¿Que qué hacía cuando, por algún casual, no contaba con hojas para escribir? Pues, simplemente, fingía una afonía.

Sé que estas últimas palabras pueden llevar a la confusión del lector, por eso aclararé que, por aquel entonces, ya tenía bastante con que me hubieran apodado “el manco de Lepanto” como para que también se le sumara el de “el tartamudo”.

Aquel día, después de que recibir lo que parecía un buen cargamento de papel y tinta, aquel día en el que tan alelado observaba a la golondrina que anidaba en mi ventana diera de comer a sus polluelos, empecé a escribir:

En un lugar de la Mancha, cuyo nombre era, creo recordar, Villanueva de los Infantes…

No… Mejor dejaría aquel lugar más en la imaginación del lector…

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…




2 comentarios:

  1. Muy bien Ana, tú eres la experta. Cómo ya te dije, es de valorar la seriedad del trabajo, que no pasa por ser un mero relato inventado sobre un personaje histórico. Tú tratas de meterte en su mente y eso, aparte de una buena dosis de imaginación, necesita otra no menor de rigor documental. Y eso, aparte de lo que se pueda conocer a priori, significa trabajo previo. No sé si el hecho de incluir a Villanueva de los Infantes era la idea sobre la que giraba el relato o pensaste en incluirlo como detalle curioso aparte de tu intención de darnos una versión sobre ese momento de Génesis del gran clásico, pero ha sido todo un acierto.
    Yo, de chaval (viejuno que soy) me clavaba a la tele cuando echaban aquella vieja serie sobre Cervantes. Tanto que, no hace mucho, la "adquirí" a través de internet para verla de nuevo. Cómo es lógico, me desilusionó, pero es que hay cosas, que es mejor dejarlas en el recuerdo, porque los recuerdos, ya forman parte de nosotros, los hemos personalizado. A lo mejor a Cervantes le pasaba lo mismo...
    Un beso grande amiga

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola, amigo!
      Siempre trato de informarme y documentarme antes de escribir un relato histórico, sobre todo los dedicados a personajes tan ilustres y conocidos como Cervantes. Eso es algo que siempre he valorado en lo que leo y también intento transmitirlo yo. Qué bueno que lo sepáis apreciar, de verdad.
      Pues fíjate que lo de incluir a Villanueva de los Infantes no ha sido porque si. No hace mucho leí que fué precisamente ese nombre el que Cervantes puso en su primer manuscrito, pero por alguna razón, su editor le dijo que si lo dejaba en blanco quedaría mucho mejor. También leí en otro sitio, hace ya bastante tiempo, que considerando todos los datos incluidos en la obra, y teniendo en cuenta nuestro territorio y los escenarios que sus protagonistas recorrieron, es precisamente ese emplazamiento el que tiene todas las papeletas de ser el del nombre olvidado. Por otra parte, véte tu a saber si hay algo de realidad en eso o no, ya que desgraciadamente eso ya no lo podremos saber nunca, pero me gustarón esos detalles de alguna manera, y me ha encantado ponerlo así.
      ¡Ahhh!! Recuerdo perfectamente esa serie, yo también la veía de pequeña, y fíjate que hace poco la recordé. A mí no me ha desilusionado con el paso del tiempo, pero entiendo perfectamente a lo que te refieres, hace poco me encontré unos pendientes que me solía poner a diario hace años y me dije: "¿cómo me ponía yo esto? ¡Con lo feos que son!". En fín...
      Un besote!

      Eliminar