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miércoles, 6 de abril de 2016

Lava




Hoy, y aunque sea una tontería, quiero compartir con vosotros una de las visiones más espectaculares que he tenido en toda mi vida: La del volcán Arenal de Costa Rica.
A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de viajar y ver cosas de las que antes solo disfrutaba en las revistas y en la televisión. Y una de las que más me ha calado, y cada vez que lo cuento todo el mundo me nota aún la emoción en mi voz, es la de este volcán.
Llegamos a San José sobre mediados de noviembre, hace ya algunos años, y durante las dos semanas siguiente estuvimos disfrutando de playas, selvas y demás lugares tropicales. En total visitamos tres volcanes, el Poás, el Irazú y el Arenal, por este orden. Pero aunque los tres se encuentren activos hay algo que diferencia al tercero de los otros dos, la lava viva cayendo por sus laderas…
La primera vez que lo ví fué a través de la ventanilla del automóvil, irguiéndose ante nosotros como una gran mole verde. Lo primero que lo diferenciaba de los otros dos era que este se encontraba solo, alzándose solitario sobre un ancho valle. Su cima estaba cubierta por una oscura nube, y aunque aún no había visto la lava que expulsaba, ni lo había escuchado rugir, podía ver en él la vida de la que carecían los anteriores, ahora convertidos en fósiles de cóleras pasadas, en montañas que una vez rugieron pero que ahora dormían…
En el Arenal, la puerta hacia el centro de la tierra estaba abierta, y un incandescente magma la atravesaba a su antojo. Cuando pudimos rodearlo a pie, vimos como la cara oeste de su ladera estaba completamente verde y plagada de vegetación, mientras la este, aquella que era constantemente atravesada por los ríos de lava sulfurosa, ofrecía el grisáceo aspecto de un paisaje lunar.
Un atrayente aura siniestra rodeaba aquel volcán, que rodeado de la más pura selva recordaba al paisaje sacado de “El mundo perdido” de Doyle, o al mismísimo “Jurassic Parck”. Aquel volcán parecía tener el poder de transportarnos a eras remotas, aquellas en las que aún el hombre no dominaba la tierra, aún virgen, sin contaminación, sin talas, sin guerras…
En torno a esta gran bestia, los costarricenses habían construído al menos una docena de hoteles desde los cuales se podía observar el volcán desde una distancia prudente. Todos ellos eran tranquilos y estaban bastante alejados unos de otros. El “Observatorio VistaLodge” Fue el elegido por nosotros. Por desgracia, no encontramos ningún camino que nos permitiera acercarnos al coloso, todo estaba meticulosamente controlado y calculado, todos los caminos se cortaban una vez se había alcanzado la distancia de seguridad mínima con el Arenal, al contrario que con el Poás y el Irazú, los cuales no contaban con zona restringida. Con este tercer volcán se sentía el respeto hacia la más salvaje naturaleza, con un volcán en erupción no se juega…
La noche es un momento ideal para contemplar al Arenal, y la primera que nosotros pasamos allí estaba totalmente despejada, cubriéndonos un cielo limpio, plagado de brillantes estrellas a las que no tapaba ni él más mínimo ápice de contaminación. No sé a que hora me fuí a la cama ese día, ni tampoco quiero recordarlo, los hilos de lava resbalando por los costados de su perfecto cono para terminar apagándose a los pocos minutos, tan brillantes, tan ardientes… Me hipnotizaban… Claramente recuerdo el retumbo del suelo de la habitación cuando fuí a meterme en la cama, igual que el que suele sentirse cuando tu vecino de abajo arrastra a la vez todos los muebles de su casa.
Ahora han pasado los años, pero aún lo puedo ver en mi mente, en mi recuerdo, tan claramente como si li volviera a tener delante. Espero tener la posibilidad de volver a visitar ese hermoso país de nuevo, espero poder tener el privilegio de tener un espectáculo tan bonito ante mis ojos otra vez… Una de las más impresionantes y hermosas visiones de la naturaleza que he tenido en toda mi vida… Una visión de una naturaleza que entre todos nos estamos cargando…

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